Dia 4. JESÚS, EL SUMO SACERDOTE

“Entonces Cristo ahora ha llegado a ser el Sumo Sacerdote por sobre todas las cosas buenas que han venido. Él entró en ese tabernáculo superior y más perfecto que está en el cielo… y aseguró nuestra redención eterna.”
Hebreos 9:11-12 NVI
Hasta ahora hemos visto tres retratos de Cristo, algunos lo ubican en el tiempo pasado durante su ministerio terrenal como siervo sufriente, otro en tiempo presente como el Pastor de su Iglesia, y el último que mencionamos tiene dos sentidos; como un suceso futuro cuando Jesús vuelva y reine, pero muchos estudiosos de la Biblia afirman que Jesús se presentó inmediatamente después de su resurrección en el Cielo y la referencia a las “puertas antiguas” son las mismas puertas del cielo que atravesó, y se coronó vencedor. Es una interpretación muy válida a la luz del pasaje introductorio.

Hoy veremos que el ministerio de Cristo como sacerdote es algo que aconteció igualmente en la esfera celestial, y tuvo un inicio pero no tendrá final. A eso se refiere el salmista cuando dice “Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.” Salmo 110:4 NVI El autor a los Hebreos dedica el capítulo 7 para explicar este nuevo sacerdocio. En Israel existían tres ministerios dados por Dios, la tarea del profeta, el sacerdote y el del rey. Jesús fue el único en cumplir los tres ministerios. El Salmo 110 reitera que él es rey pero también es Intercesor a favor del pueblo. Solo el sumo sacerdote podía ofrecer el sacrificio de expiación, llevando una vez al año la sangre de un animal dentro del lugar Santísimo. Esto era una sombra o reflejo de la obra que culminaría Cristo, quien no entró en el templo, sino en el mismo cielo y “No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre.” (He. 9:12)
 Llama la atención leer en los versos 2 y 3 de este Salmo “¡Domina tú en medio de tus enemigos! Tus tropas estarán dispuestas el día de la batalla.” Cuando Jesús fue capturado, él fue por su propia pie al juicio y a la cruz; como cordero llevado al matadero. Pero esto no niega el hecho que había una batalla en el mundo espiritual desarrollándose.Si bien es cierto que aún el templo de Jerusalén tenía guardias, ¡qué sacerdote es aquel que tiene tropas y legiones de ejércitos dispuestos a pelear por su causa! ¿Por qué entonces no lucharon por él? Primero, porque el sacrificio debía ser ofrecido, y segundo porque el juicio para el mundo y sus poderes vendría después. Esto lo explica el verso uno “Así dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.»” Cristo debió ganar dos batallas, la que implicaba ganar las almas de la humanidad, y la que implicaba juzgar a sus enemigos.

Dios ha establecido un tiempo para que aun los enemigos se rindan y humillen ante Cristo, pero aquellos que han rechazado el sacerdocio de Jesús durante este tiempo, entonces le conocerán como el Juez justo que juzgará a cada uno imparcialmente. En este tema nos adentraremos en el último estudio. “Los quebrantarás con vara de hierro; como vasija de alfarero los desmenuzarás.” Sal. 2:9 RV60

En el amor de Cristo.

Shajid Ochoa
Pastor Lider de Campus PIB Satélite.
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